TOY RESCUE

Suena la banda sonora de Memorias de África en esta noche. «Por la cándida adolescencia»… que diría Robert Redford a Meryl Streep. En este caso, yo brindo esta noche, casi madrugada, por la cándida infancia.

Una noche en la que me he sumergido con el objetivo de rescatar del caos aquellos juguetes que los más pequeños heredaron de su hermano mayor, y que por fallos de nosotros, sus padres, han ido estrellándose contra el mayor de los descuidos.

Un brazo aquí, una pierna allá, ruedas que chocaron contra bordillos de la imaginación y el descuido; piezas de puzles que quizá ya nunca encontrarán una pareja con la que encajar; cuentos nunca leídos a niños ansiosos de colmar sus imaginaciones…

Admito que la culpa es nuestra, del padre, la madre, etc. (En el «etc» están incluídos todos aquellos que con su mejor voluntad regalaron a diestro y siniestro juguetes, cosas que el mercado y la poca imaginación sugiere.

Con un cierto esfuerzo, interés y un correcto uso del espacio disponible, aunque sea con imperfecciones, los juguetes volverán a cobrar el sentido que nunca debieron perder… hacer volar la imaginación de los pequeños.

Vivimos en tiempos en los que es más fácil entregar a los niños y a las niñas, como dirían las hordas bienpensantes y políticamente gilipollas, un teléfono, una tableta o unas burguers cangreburguers. Pues yo me niego. Rescataré en la medida de lo posible, aquellos juguetes, que no por ser heredados son peores. Lejos de ello, tienen unidos a sus articulaciones, sus pinturas de múltiples colores, sus infinitas siluetas, la imaginación que hace mucho tiempo en una galaxia muy muy lejana, un hermano mayor, desconocedor aún de que la estirpe continuaría hasta el infinito y más allá… regaló a sus hermanos.

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