SUSPENDER LA ARENA

También yo he llegado a ese punto en el que detener el tiempo se torna algo deseado, ansiado quizá, pero quimérico a fin de cuentas. Sería bueno suspender la inexorable caída de la arena en el interior de cualquier reloj.

Vivimos tiempos en los que se nos roba y no somos conscientes de ello. Como dijo alguien, lo valioso no es el oro, no es el dinero. Estos no valen nada. Lo realmente valioso es el tiempo. Quizá Michael Ende dio en el blanco con su personaje Momo. ¡Plantemos cara a los ladrones de tiempo!

Ver amanecer, atardecer, una conversación, pasear con tu hijo, acompañar las llamas que arrancan historias a un tronco herido por el pasado.

Sin duda alguna, Tempus fugit. Estamos tan acostumbrados a dejarlo correr que no nos damos cuenta de que se acaba. Y lo derrochamos constantemente. El mal uso de la tecnología, que a priori está ahí para facilitarnos la existencia, provoca con frecuencia el efecto contrario al deseado. ¿Recordáis aquella campaña en favor de la lectura que animaba a «apagar un poco, leer más»? Pues aunque los hábitos de lectura hayan cambiado, yo volvería a refrescar aquella campaña. Desconectemos un poco, leamos más. Conversemos más. Paseemos más. Vivamos más.

 

 

Llueve por fin en esta mañana. Por desgracia, una lluvia efímera, como ese tiempo que se nos escapa de entre las manos. Tempus fugit

De nosotros depende que la arena de los eternos relojes se suspenda en el aire, que la cuenta atrás nos conceda la lucidez necesaria para que lo que nos queda por vivir merezca la pena ser vivido, que no pase ante nosotros y nos coja impasibles, medio dormidos.

En cualquier caso, siempre podemos ver el camino teniendo en cuenta la frase de José Luis Sampedro, lúcido como siempre: “La muerte me lleva de la mano, pero se está portando bien porque me deja pensar”.

Así pues, no nos derrotemos. Esto no ha hecho más que empezar. Feliz día. Disfrutemos y cantemos bajo esta lluvia primaveral.

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