NOSTALGIA

Por un cálido, mágico, pero corto momento, pensé que oía el sonido de las campañas allí abajo, en el valle. Me trajeron uno a uno todos tus recuerdos. Podía sentirte en algún lugar en el aire que rodeaba el vacío de la carretera.

Entonces lo vi de nuevo. ¿Sabes…? Está envejecido. He bajado al valle una vez más. A penas he podido encontrar el viejo sendero que tantas brillantes mañanas de primavera recorrimos juntos.

El viejo puente de madera parece haber reconocido mis pasos y con lánguidos crujidos me ha vuelto a preguntar por ti. El arroyo parece cansado. Las rocas ya no se pelean más por el tacto de sus frescas aguas. Casi a regañadientes derrama su pequeño caudal, empapando a duras penas un cauce que en la actualidad solo sirve de refugio a unas pocas ranas y a alguna clase de pájaros que van en busca de pequeños gusanos.

Como en el pasado, el viento quiso jugar con tu pelo. Ingenuo. Silbó tu nombre en las ramas de los chopos. Al no oír tu risa, pasó a mi lado. Desconcertado, llamándote, se marchó a lomos del caballo.

Todos han notado tu ausencia. Todos te echan de menos. Quizá era eso lo que gritaban las campanas esta mañana, incluso si solo era en mi imaginación.

No, el tiempo no ha pasado en vano para el valle. Pero, de todas formas, yo tampoco soy aquel joven que bajó tantas veces a él contigo.

Me encuentro cansado. Tengo el presentimiento de que me reuniré contigo este otoño.

Volveremos a cruzar el viejo puente de madera a lomos del viento, la próxima primavera.

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