Hace ya años escribí un artículo con este mismo título y con contenido parecido. Comienza ya el nuevo curso escolar y me parece oportuno recordarlo, porque me temo que sigue siendo «de actualidad».

Recuerdo cuando mi hija iba a un colegio determinado de mi ciudad -a veces habría que decir mi pueblo- y algunas madres cuchicheaban a la entrada de las clases acerca del calzado de la niña. Después las hijas hacían de altavoz y le preguntaban por qué llevaba botas de senderismo en vez de zapatillas de deporte (por poner un ejemplo). La por entonces «pequeña», no acababa de comprender el porqué de aquel bombardeo. Afortunadamente, cambiamos de centro y fuimos a un lugar mucho más humilde -en el mayor de los sentidos positivos que la palabra «humilde» tiene-.

En aquel artículo acababa el que suscribe prometiendo a mi niña que no se preocupase, que ella también tendría sus «zapatillas de ballet». (Quien quiera entender que entienda, y quien no, que arree).

Ahora que los pequeños vuelven al colegio, estaría bien que nosotros, los padres, nos dejásemos de estupideces y postureo barato e hiciéramos comprender a los pequeños que marcas, modas, y demás memeces no los harán mejores, sino tal vez, más mediocres.

Vistamos a nuestros niños con ideas geniales, con valores positivos, con un espíritu de compañerismo, de solidaridad, y no con la idea de que las marcas y los últimos modelitos les proporcionarán la felicidad.

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Por José Manuel Lasanta Besada

Licenciado en Ciencias de la Información, Periodismo, que se creyó Don Quijote, chocó con los molinos a las primeras de cambio, se levantó, y aquí sigue.

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