LAS DOS CARAS DEL MONSTRUO

O EL ETERNO DILEMA ENTRE LA BONDAD/LA MALDAD Y CÓMO GESTIONARLAS

Un día, hace muchos años siendo yo adolescente, escuché durante una de las múltiples celebraciones familiares a alguien decir: el fin justifica los medios. No lo entendí demasiado, tenía la cabeza a pájaros (aún hay algún nido de chorlito por ahí escondido). Pasó el tiempo y comprendí su significado. No me gustó nada, por cierto. Es el refrán con el que más en desacuerdo estoy. Me parece, dicho feamente, asqueroso lo que insinúa, lo que dice y lo que desprende.

Para llegar al meollo hay que tirar del hilo y comenzar por el origen. Se ha dicho que esa expresión viene del escritor renacentista Nicolás Maquiavelo. Falso. Se puso luego en boca de Napoleón Bonaparte una vez que este leyó El príncipe, del anteriormente citado. Más falso todavía. Por mis indagaciones su origen se remonta a la obra Medulla theologiae moralis (1645), cuyo autor fue el teólogo alemán Hermmann Busenbaum. En el texto se dice: Cum finis est licitus, etiam media sunt licita. O lo que es lo mismo, cuando el fin es lícito también lo son los medios.

Mira qué curioso, hablando de medios, tenemos a la periodista Virginia Vallejo, que con sus palabras y sus actos dice sobre Pablo Escobar: «no me importa como consigue el dinero sino como lo utiliza». Esta es una frase muy ambigua, que habla de muchos aspectos tanto del capo colombiano del narcotráfico como de la relación que mantuvieron. Afortunadamente ella pudo escapar de sus redes, aunque eso le pasaría factura tanto en lo profesional como en lo personal.

Hoy quiero hablaros de dos obras fílmicas que tienen mucho que ver entre sí, aunque con resultados muy dispares. Por supuesto ambas hablan de Pablo Escobar; la primera es una película, Loving Pablo (2017), dirigida por el español Fernando León de Aranoa, y la otra es un documental, Los dos Escobar (2010), codirigida por los hermanos Jeff y Michael Zimbalist. Hace unos días estaba yo cenando con Nuria y comenzaba este último. No íbamos a verlo pero cuando supimos de qué se trataba cambiamos el chip de forma inmediata. Narra por una parte lo que Pablo Escobar significó para Colombia, desde sus inicios hasta su caída, con sus pocas luces y numerosas sombras. Y por otra el desarrollo como persona y posterior desgracia de Andrés Escobar, un futbolista comprometido, capitán del Atlético Nacional de Medellín y baluarte de la selección colombiana, que estuvo en los mundiales de 1990 y 1994. Este íntimo retrato de los dos Escobar, sin caer en superficialidades ni miserias facilonas, nos hace ver las dos caras del ser humano de manera honesta. Aquel que se labra su futuro a base de trabajo, respeto y sencillez, y el que logra sus propósitos a fuerza de crear terror, miedo y muerte a su alrededor. Aquí no se juzga a nadie, sólo se ponen los hechos sobre la mesa y deja que el espectador saque sus conclusiones. En varias ocasiones se cruzaron las vidas de Andrés y Pablo, aunque no fue plato de gusto para el primero (que iba en contra de varios de sus compañeros de selección, que le «doraban la píldora» al narco).

Es un relato sencillo que te lleva a la emoción con Andrés y a la náusea con Pablo. Porque al igual que hablaba hace poco de tres Pablos artistas, sensibles e intuitivos, hoy éste llena de oprobio el nombre con el que fue bautizado. Lo mataron a tiros, como merecía, en diciembre de 1993, provocando un descontrol total del país que de alguna manera desembocó en el asesinato de Andrés medio año más tarde. Un gol en propia puerta en el Mundial’94 (que eliminó a Colombia) y las frustradas apuestas deportivas de narcos que pensaban ganar muchos pesos con su selección fueron el cóctel molotov, pero más bien creo que el ambiente, la presión social-política y el caos de un estado como pollo sin cabeza fue el perfecto caldo de cultivo. Los dos Escobar murieron, pero dejaron legados diferentes. Uno blanco, otro negro.

La misma diferencia que dista entre esta obra, sencilla y coherente, con Loving Pablo (2017). Ahí está el arquetipo en todo su esplendor. Con toda la carga peyorativa que queráis. Mira que me gustaba León de Aranoa en sus primeras obras (original, comprometido, crítico), mas de un tiempo a esta parte parece hacer esfuerzos supremos por querer pasar la historia y darse importancia con proyectos magnos, rodando en inglés y con estrellas internacionales. Desde luego que otros han hecho lo mismo, ya fueran españoles, australianos o de la Aurora boreal, pero se les veía una evolución; les iba más por así decirlo. Pienso que se está equivocando de camino, de espíritu y hasta de forma. Javier Bardem compone el personaje de Pablo Escobar mientras que Penélope Cruz hace de Virginia Vallejo, periodista y amante del narco. Normalmente me parecen extraordinarios, cada uno en su estilo. Pero aquí están sobreactuados y con cierta condescendencia hacia los personajes. No comparto para nada que esté rodada en inglés, resulta lamentable. Una historia como la que cuenta debería haberse narrado en el idioma común de América y España (en la misma frase se mezcla el inglés con un «castellano colombiano». Patético). Innecesario por otra parte que estén las dos estrellas españolas, se ha querido jugar con el morbo de que son pareja para «vendernos la moto», y este proyecto requería actores desconocidos, colombianos o no, eso da lo mismo. Parece una «americanada» cómo se decía antes. Todo es muy yanqui.

Por lo que parece al crítico no le gustó demasiado, ¿verdad? Pues va a ser que no. Se centra en la relación entre el poderoso narco y la famosa periodista, aunque también haya muchos episodios de la vida y milagros delictivos de Pablo Pablito Pablete. Su brutalidad, su ansia de poder inagotable, sus mentiras, sus fraudes, sus extorsiones y sus líos de faldas acabaron con él . Primero con su cuerpo y más allá de la vida, con su alma.

Lo que me hace pensar y me confunde un poco es que sea alguien querido por mucha parte del pueblo colombiano; por todas las acciones de corte humanitario que promovió y todas las ayudas que realizó: a la sociedad civil, al deporte y a otros ámbitos. La otra faz de la moneda es si lo hizo por el blanqueo de capitales, por hacerse querer, por populismo o por simple ego. Supongo que por un poco de todo. La mente humana y las interpretaciones de lo que uno ve a lo largo del tiempo son insondables e infinitas.

Y de nuevo sobrevuela sobre estas densas líneas aquello de que el fin justifica los medios. Esta frase sería con seguridad un pilar en el día a día del sudamericano. Desde luego está borrada de la agenda de mis principios desde hace mucho. Tendré defectos por doquier pero en ese aspecto soy inflexible.

Documental grandioso

P.d. Si habéis leído esto, sois la resistencia y el compromiso…

Alan Smithee, jr.

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