Cada vez que reposto gasoil en mi automóvil recuerdo con agrado mi paso por la Armada. El olor que deja en mi mano me trae a la memoria imágenes del Mediterráneo como un plato gris, fundido con un cielo color plomo y delfines escoltando al patrullero Cándido Pérez.
Recuerdo atardeceres rojos y amaneceres de fuego en la costa de la Península.

A los detractores de aquel servicio militar, les diría que en gran parte, su utilidad o falta de ella dependía de la actitud con la que se afrontase. En cualquier caso, no escribo este artículo para reivindicar su vuelta. Creo que dado que el Ejército es muy necesario, lo mejor es que sea formado por profesionales.
Es cierto que se forjan grandes amistades durante el paso por el Ejército. Ahora, que veo con tristeza lo que considero generaciones si no perdidas, al menos sí desnortadas, creo que el servicio militar podría ubicar a más de uno en el tiempo y en el espacio. Si existiese ese servicio militar, posiblemente más de un nini aprendería un puñado de valores entre los que se encuentran el del esfuerzo, el compañerismo, el sacrificio, el arrimar el hombro, la lucha por un fin común…
Pero… al parecer hoy se prima el mínimo esfuerzo tanto en la Educación como en las actitudes de estas generaciones, que en una buena parte, aspiran a vivir de papá Estado.