EL GATO DESCANSÓ UN RATO

¿DÓNDE ESTARÁ MI MUSA?

Este título y subtítulo homenajea a mi añorada Gloria Fuertes ¡Alabada seas, Gloria, por todos esos momentos! Leyendo tus libros de poesía de chiquitito (como El camello cojito, por poner uno al azar), escuchando tus poemas cantados por Rosa León o Paco Ibáñez entre otros, disfrutando de los recitados de actores y actrices en diferentes espectáculos o sin ir más lejos oyendo esa voz grave y áspera pero repleta de ternura que era la tuya, muy personal y cercana. Enfundada en camisa, chaqueta y alma de corbata, con tus vivaces ojos que miraban con curiosidad lo que se te ponía por delante para después transformarlo en mágicas palabras. Saludo a los suertudos que den con esta página, sean bienvenidos a la montaña rusa emocional que está dentro de la cabecita de Pablo. Les habla la Gran Capitana, única neurona en activo dentro de su cerebro que da vueltas y más vueltas sin encontrar una compañera con la que charlar, interaccionar o simplemente actuar como lo haría una neurona en estado permanente de crisis.

¿Por qué este inicio tan surreal? En realidad no lo es en absoluto, lo que ocurre es que absorbido como me encuentro en temas amorosos, familiares y laborales me veo inmerso en una gran laguna creativa. ¿Es cierto eso que dicen de que es más fácil que surja la chispa en un momento de bajón? Mi vida de neurona es una montaña rusa, pasando de esa forma por todos los estadios de la emoción, así que como esto de escribir sirve para serenarme, darme un poquito de paz interior y huir de mis miedos y angustias, no sé cuándo me hallo en estado de gracia o cuándo mis reflexiones son definitivamente mejorables. Ahora mismo estoy en blanco, no se me ocurre ningún tema cinematográfico que llevarme al papel. Bueno, en realidad tengo varias ideas las cuales me conducen a callejones sin salida, son como un barco en aguas internacionales que no puede atracar en ningún puerto. Están todos cerrados a cal y canto y de repente, ¡zas!, me da por pensar en un filme que vi hace algunos años. En él se hablaba de eso, de la crisis creativa. Era una peli pequeñita, de esas llamadas de autor que pasó sin pena ni gloria por las pantallas españolas. Se titulaba Ruby Sparks (2012), codirigida por la pareja de cineastas estadounidenses Jonathan Dayton y Valerie Faris. No os sonarán pero si os digo que son los mismos autores de esa maravilla titulada Pequeña Miss Sunshine (2006) ya es otra historia, ¿no? Bueno, pues resulta que la tal Ruby Sparks es perfecta para describir mis sensaciones actuales.

Como buena neurona solitaria, me da por pensar un montón. Mi lema es Pienso, luego existo, lo es desde que el mundo es mundo. Por desgracia no patenté la idea y un tal René Descartes me la robó ¡Ladrón! ¡Sinvergüenza! A lo que iba, me he dado cuenta de que me siento como el protagonista de la cinta referida. Sola entre estas cuatro paredes de formas semiredondeadas y sinuosas que es el cerebro, zascandileando de acá para allá. Tras haberme vaciado en lo personal con los dos artículos anteriores, estoy yerma, sin contenido, sin nada que decir. Como si de un limón fresco y apetecible se tratase, me he exprimido al máximo para sacar todo el jugo que llevaba dentro. Las vacas flacas han llegado a la puerta de casa y llaman con sus cencerros. Han aposentado sus reales en este prado verde y florido que veo alrededor, les digo que se vayan mas de momento no hay nada que hacer. Lo único que se me ocurre es hacer como mi tocayo Paul: sacarme de la chistera de la manera más natural posible una historia, un personaje, una emoción. Sin saber el cómo ni el porqué comienza a escribir de manera febril tras un período de diez años de sequía, creando un personaje femenino maravilloso, fresco, real. Tanto que a la mañana siguiente esa chica llamada Ruby y apellidada Sparks aparece en su casa en carne y hueso. Imaginaos el shock. Eso es sin embargo sólo el principio del caos. Es el precio que uno paga por abrir la caja de Pandora.

Pero aquí no acaba la cosa, señoras y señores, aún hay más. Resulta que a la vez que sus dedos adquieren la presteza de antaño y la genialidad que le dio a conocer como el más prometedor de los escritores jóvenes de su generación, también puede ir moldeando a su antojo los actos, sentimientos y sensaciones de su nueva criatura. Como si fuera un «jovencito Frankenstein» pero llevado al máximo grado de poder. Que le pone que la chica hable en francés, pues lo teclea en su máquina de escribir retro y Ruby parlotea en gabacho; que desea que se vuelva loquita por él, pues manos a la obra y amor consumado…así una y otra vez. Sin embargo ese don tan apetecible tiene asimismo su lado oscuro, tenebroso y vulnerable. El hacer de creador con poderes plenipotenciarios puede volverse en contra. Es darse demasiada importancia y jugar a que el mundo sea de color de rosa, y amigos míos, la vida real no es así. Que no me vendan amor sin espinas, cantaba hace años el bueno de Joaquín Sabina. No quiero ni pensar lo que yo sería capaz de hacer con ese poder.

Desde luego que este tipo de personaje protagónico (me refiero al escritor) resulta neurótico, divertido, inseguro y talentoso, mas ante todo es muy humano, tan verdadero como la musa inspiradora que se hace carne para habitar entre nosotros. Los dos actores principales y casi únicos están soberbios en sus desventuras el uno con la otra y la otra con el uno; Paul Dano de escritor y Zoe Kazan de musa alocada dan con el toque exacto de los personajes, repletos de inseguridades y dudas. Con esas caras no podían hacerlo mejor. Aunque no lo sea, esta historia podría perfectamente adaptarse para convertirse en una obra de teatro estilo Neil Simon o algún dramaturgo por el estilo. Annette Bening y Antonio Banderas de secundarios están estupendos en sus roles. Los cuatro juntos conforman una simbiosis perfecta. Es ante todo una película muy original, nada clásica en su idea romántica de la existencia, dando con ello unas cuantas vueltas de tuerca al significado de conceptos como el amor, el deseo, la necesidad o la búsqueda de la felicidad en cualquiera de sus formas.

Como quiera que un ángel bajó de los cielos hace casi siete años para acompañarme en este mundo que me toca habitar, la musa que antes me daba la mano cuando me ponía delante del papel en blanco me ha abandonado por otro. Ha debido de cansarse de sentir celos y se ha largado. Es menester que un servidor no deje ni el asunto amoroso ni tampoco el laboral, pero que a la vez vuelva a tener la misma facilidad de escritura que hasta hace poco. Al escribir me siento libre, único e intransferible. Me descarga las tensiones, me relaja. Es terapéutico para mi alma y por ende muchísimo más barato que ir al psicoanalista. Hablando de psicoanalizarse, José Manuel, como todas las noches he tenido un sueño. No suelo retenerlos demasiado rato, pero del de ayer me acuerdo a la perfección, con detalle. Estabas ataviado con una bata blanca y me pedías que me postrara en el diván del Tamarit para contarte mis deseos y penurias interiores. En los sueños puede ocurrir de todo, ahí estabas con un pelazo rastafari mientras en tu bloc de notas pintabas monigotes con forma de soldados almorávides buscando fortuna y gloria. La pared de tu despacho, repleta de fotografías de los búnkeres de la playa de Camposoto, todas iguales en serie, como si a un Andy Warhol de barriada le hubiera dado por la imagen fotográfica de un resto del pasado de nuestra historia reciente. Yo hablaba y hablaba parloteando como un loro sin que se me entendiera, tal que fuera chino mandarín. Cuando tras una mirada por la ventanuca ojo de buey que hacía las veces de testigo ocular te pedí que dijeras algo, que estabas muy callado, me soltaste: es la hora. En ese momento el diván me invitó a levantarme inclinándose hacia adelante, como si fuese algo natural, y mientras salía por la puerta, miré hacia atrás viendo como echabas una moneda de chocolate en una luminosa gramola de varios colores que tenías junto a tu mesa. Empezó a sonar una canción que tras los primeros acordes reconocí enseguida. Ahora, saliéndome del sueño y volviendo a la realidad, te la pongo a ti como a todos los que deseen escucharla.

José Manuel, de neurona a neurona y sin que nadie se entere, eres la mejor neurona que he conocido. Te admiro por tu lucha diaria superando adversidades, deshaciendo entuertos y manteniéndote digno a pesar de que vengan mal dadas. Eres una neurona con dos pares de axones.

Voces rasgadas de pasión

P.d. Si habéis leído esto, sois la resistencia de la memoria…

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