DELFÍN

Tatuando mi vida con la tinta de la soledad caminaba sobre el
empedrado de la única calle con cuesta de la ciudad. Al final de ella
se esconde tímidamente la biblioteca, entre una antigua iglesia y el
Cristo de Zalamea. Un lugar lleno de cultura que guarda sus tesoros
en estanterías, ocupando los bajos de un antiguo hospital regentado
por monjas. Allí, conocí a Delfín, un escritor siervo de Dios. Un joven
Maorí, que bajo el hábito guardaba sus tatuajes de guerrero. Un bello
Diacono de mirada triste, que evitaba dejar al descubierto los sótanos
de la vida y su piel revolucionaria. Me habló de su amor a Dios.
También me habló de su único libro.
Un tiempo después volvimos a vernos en el Catacumba de Berlín.
Llevaba prendida en el ojal de la solapa de su chaqueta una hoja de
árbol seca, de cinco puntas dentelladas.
Años más tarde en la biblioteca mientras leía el libro de Delfín, al
recordarle nació mi pasión por la escritura. Y dejé que las grafías de
la tinta corrieran por mi vida.

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3 comentarios sobre «DELFÍN»

  1. Norberta, ese «Tatuando mi vida con la tinta de la soledad» me ha conmovido. Soy Pablo, tu compañero de blog y espero que José Manuel haga los honores para que nos conozcamos más pronto que tarde.
    Me ha encantado tu relato, es hermosísimo. No sé si es autobiográfico o no, eso es de lo menos, lo que sé es que alguien que escribe con esa sensibilidad seguro que merece la pena conocer, charlar con ella y departir buenos momentos.
    Un beso y hasta pronto.

  2. Y dejé que las grafías de
    la tinta corrieran por mi vida.

    Que bonito, aunque de tí, sólo pueden salir cosas bonitas. Enhorabuena.

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