Este artículo no pretende ser una disertación técnica ni científica de los beneficios de esta “prenda” que se nos está haciendo más habitual de la cuenta en los últimos tiempos.
Podíamos avanzar que de los beneficios de la mascarilla de los que más habla la gente es para evitar contagiarnos del famoso virus (del que me niego a darle protagonismo hoy), para evitar resfriados, gripes y demás infecciones de las vías respiratorias.
Pero nada más lejos de la realidad las mascarillas sirven para ocultar nuestro descuidada boca… los dentistas ha sido el gremio que más ha sufrido, ya no tenemos tanta prisa porque nos hagan un empaste, ponernos un emplante en una fea mella o hacernos una buena limpieza de dientes; aunque si es cierto que ha aumentado el número de personas que han llenado su dentadura de “hierros” para corregir el desorden de sus dientes ahora que no se le va a ver.

Las mascarillas también sirven para ocultar nuestro descuidos a la hora de afeitarnos, en el caso de los hombres, o de quitarnos el bigote o los pelitos que con la edad le salen a las mujeres.
Nos hemos vuelto expertos en interpretar el lenguaje de los ojos y de las cejas, ese lenguaje corporal que acompaña al lenguaje verbal y que antes veíamos reflejado en toda la cara. Una sonrisa dice mucho, una mueca asiente el mensaje o lo contradice, pero y los ojos… esos grandes nuevos conocidos.
Y quien no ha agradecido que existan las mascarillas para esconder nuestra halitosis mañanera, o nuestro mal olor cuando se nos escapa un gas bucal. Cuantas veces nos habremos preguntado la necesidad de una mascarilla anal para evitar esos olores incómodos, los ruídos se pueden esconder o disimular con una tos, pero el olor, no.
Para terminar me gustaría comentar el gran beneficio que ha aportado la mascarilla a la belleza del ser humano. Que bien te sienta la mascarilla, es el nuevo que gracioso es el niño. Oculta todas nuestras imperfecciones y nos hace más interesante. ¿Os acordáis la de gente que llevan gafas sin cristales para parecer más interesantes? Pues eso serán los que se dejarán la mascarilla aunque ya no se recomiende su uso por medidas sanitarias.
Ese día en el que no sea obligatorio ni necesario el uso de las mascarillas, nos sentiremos libres, como cuando llegas a tu casa y te quitas los zapatos, o te quitas el sujetador. Seremos más felices, pero nada comparable con las clínicas de cirugía estética que se están frotando las manos con la cantidad de operaciones que realizarán para ponernos nuestras orejas en su sitio.
Piensa en una cosa tan pequeña e insignificante la de juego que da en las conversaciones. Conversaciones de ascensor o de portal de bloque de vecinos ya no empiezan por el tiempo, sino que empiezan por la pandemia, las mascarillas, los geles…
Este dichoso virus ha venido a cambiarlo todo, hasta lo más cotidiano, pero como dije antes me niego a darle protagonismo a ese bicho, por lo menos hoy.
PD. La mascarilla o la masbaratilla… bueno lo dejo ya.
Hola Carlos, buenas noches y bienvenido a nuestro pequeño mundo de letras, ideas, críticas y pasiones.
Seguro que vienes a cambiar algo de nosotros, algo bueno saldrá de esto.
Espero conocerte algún día, con o sin mascarillas. Soy Pablo, tu nuevo compañero de pupitre. Un saludo.