MI ÁNGEL ABANDONÓ VOLANDO SU GUARIDA
Hoy no tocaba para nada. Estamos en un martes cualquiera de julio. La vida y la muerte se cruzan por delante «como Pedro por su casa» y hay poco que se pueda hacer. Ucrania va para largo con las locuras del hijo de Putin y los asesinatos machistas los vemos ya como algo habitual, tan normalizados como las personas que se mueren de hambre aquí cerca o allá lejos, da lo mismo. Como sociedad e incluso de forma individual nos estamos insensibilizando sin darnos apenas cuenta. Pero eso se mezcla también con los seres humanos de buen corazón que cada día realizan buenas acciones. Igual que estamos rodeados de maldad, también lo estamos de bondad y en cantidades industriales. Pero de eso no se habla, no vende.
Como veis, en esta ocasión no hablaré sobre cine. Tranquilo, José Manuel, no voy a pisar tu terreno de poéticos pensamientos en voz alta y de reflexiones cargadas de crítica sobre el ser humano y aquello que le rodea. Sólo vengo a compartir piezas de este maravilloso puzzle que estamos ensamblando entre todos los que formamos el blog. Hace unos meses les dediqué un artículo a mis tíos Gonzalo y Juan, que hacía seis años habían fallecido en un intervalo de apenas veinticuatro horas. Ahora deseo pensar en Antonio y María, unos amigos muy queridos de mis padres. Antonio se encuentra bastante mal, el cáncer hace estragos en su maltrecho cuerpo. Lo están pasando horrible, al igual que su círculo más íntimo. No hablaré de ellos ya que se convertiría en un proceso de escritura duro e incluso me atrevería a decir que masoquista. No tengo la capacidad y menos el decoro para escribir sobre vosotros, Antonio y María, ya que no os conozco de manera tan profunda como mis progenitores, pero os tengo un enorme afecto, esa es la verdad. En contra de lo que pudiera parecer, esto no tendría un carácter liberador, así que utilizaré un vehículo para dedicaros, con todo el cariño posible, este pensamiento en voz alta. Va por vosotros.
Un 12 de julio, curiosamente el día de la justicia gratuita y el turno de oficio, un día como hoy de hace siete años falleció frente al mar y a los 71 años de edad ese genio popular no demasiado alabado que era, es y será el enjuto hidalgo caballero Javier Krahe. Hablo de pasado, presente y futuro porque para mí siempre estará vivo, un ejemplo es que mientras escribo estas líneas estoy escuchando una entrevista grabada en Discópolis de Radio3 en diciembre de 2013, cuando estaba en plena presentación de su disco que a la postre fue póstumo, Las diez de últimas. He de reconocer que hasta que no cumplí los veintitantos no sabía de su existencia, sólo alguna somera referencia tangencial. Sin embargo, una tarde de verano a mediados de los 90, mientras disfrutaba de un par de semanas largas de paraíso (encontrado) en Zahara de los Atunes, entre rumores de ola y una brisa serena de poniente que me alborotaba el pelo en plena playa de los Alemanes, oí un programa de Radio3 donde lo estaban entrevistando. Era la primera vez que lo escuchaba. Era la voz tranquila de un tipo curioso, cuya manera de expresarse me llamó poderosamente la atención. Al microsegundo conecté con su mirada sobre la vida, me reflejé en sus reflexiones y me partí de risa con su agudo sentido del humor. Entre otras cosas contaba el buen hombre que la mitad del año vivía en un lugar que había convertido en su Shangri-La particular. ¡Zahara de los Atunes! ¡Qué tío más sano de mente y de espíritu, qué cojonudo! En ese momento exacto ambos estábamos en el mismo punto del planeta, como no había mundo… Fue un instante extraño y mágico a la vez, de esos que se recuerdan para siempre. Una suerte de conexión y flechazo instantáneo de una sola dirección, tal que el Colacao deshaciéndose en leche calentita. Aunque a decir verdad no sé quién sería el Colacao y quién la leche…
Ahora que te conozco te tutearé, Javier. El caso es que a partir de ese día comencé a interesarme por tus discos y tus entrevistas (escasas, todo hay que decirlo). Descubrí a un ser terriblemente coherente, divertido y socarrón, chulo a tu manera como la discográfica que cofundaste, 18 chulos. Tus canciones desprendían gran imaginación e ironía, con un puntito melancólico. Preñadas de cargas de profundidad a pesar de parecer frívolas. Trufadas de juegos de palabras, de inquietudes varias, de giros en el lenguaje, todo ello salpimentado con una música rica a la par que desenfadada. Las canciones las utilizabas para hablar de tus experiencias, de carnalidades y amoríos, nombrabas a tu mujer Annick de manera jocosa o juguetona, según conveniencia. Verdades como puños tamizadas con un humor ácido a veces, otras sarcástico, las más de las ocasiones cercano, popular y tierno. De Cuervo ingenuo no tienes nada. Esa canción de los 80 que sonó hace unos minutos en la grabación que escucho se convirtió en un alegato valiente y antimilitarista, un enfrentamiento frontal al poder político encarnado en Felipe González, que provocó tu censura en TVE durante una década, la nueva década ominosa. Fuiste hombre vividor, ácrata, cercano a los estilitas y eremitas que tan bien retrató Luis Buñuel en una de sus películas mexicanas, amigo de tus amigos y nada amante de algarabías bulliciosas. Lo del famoseo artístico se lo dejaste a tu compay Joaquín Sabina. Tú eras más discreto, cantautor de lugares pequeños, de fidelísimos fieles y de nocturnas costumbres.
Este no es un púlpito para hablar de tu trayectoria larga y fructífera. Para eso tenemos ya multitud de artículos, programas de radio, algún que otro libro e incluso un documental de no hace tanto titulado Esta no es la vida privada de Javier Krahe (2005), codirigido por Ana Murugarren y Joaquín Trincado. Estamos aquí para transmitir sensaciones y momentos que me vienen a la cabeza. Por ejemplo tuve la enorme fortuna durante esta centuria recién nacida de poder disfrutar de cuatro de tus nocturnos conciertos que a todos los presentes nos convertían ipso facto en noctámbulos vampiros de tus adictivas letras. Siempre en Jerez y siempre en la mágica sala La Guarida del Ángel, lugar de peregrinaje de almas como la mía durante una época determinada. Grandes recuerdos con risas, sonrisas de complicidad, copas y buenísima compañía, Ana Navarro y Ángel Antonio entre otros. Pocas veces lo he pasado tan genial como en mis encuentros contigo, Javier. Siendo como son tus canciones pequeñas obras de arte, ganan en directo que es una barbaridad, ya que las aderezas con unos monólogos previos que no tienen la espiritualidad de Facundo Cabral mas poseen la virtud de dar sombra a la raíz de ese frondoso árbol que has creado con tu palabra inventada.
El título en francés de esta semblanza viene a colación por tus marcadas influencias. Aparte de la poesía del Siglo de Oro español y la Generación del 27, tu principal referencia artística fue el inconfundible e inimitable George Brassens, al cual recordé hace poco con una hermosísima canción sobre la vida después de la vida. Mejor dicho, sobre el deseo de que allá donde viaje nuestro espíritu, ese sea un lugar mejor, más puro, más libre. Que conste que no hablo de religión, sino de espiritualidad. Estoy convencido de que, al menos en espíritu, estarás enterrado hasta el fin de los tiempos en la playa de Zahara de los Atunes, al igual que Brassens quería dar eternos paseos en pédalo por la playa de Sète. Señor Krahe, eres un krack.
Gracias Krahe. Gracias Pradera. Gracias Cohen. Gracias Rodrigues. Gracias Dylan. Gracias Baez. Gracias Sabina. Gracias Sosa. Gracias Brassens. Gracias Évora. Gracias Cafrune. Gracias Yupanqui. Gracias Linares. Gracias Ibáñez. Gracias Granda. Gracias Moustaki. Gracias Parra. Gracias Ruibal. Gracias Milanés. Gracias mil a muchos más porque, parafraseando a Radio3, eres lo que escuchas.
Gracias Antonio. Gracias María.
P.d. Si habéis leído esto, sois la resistencia contra el miedo y a favor de la libertad…
Querido Pablo, no sé si el José Manuel al que te refieres soy yo. Si es así, puedes estar bien seguro de que no temo tu pisada, puesto que no creo que sea tu estilo. Un abrazo.